Después de la jubilación:

Los duelos silenciosos del cambio

En la consulta clínica, cada vez escucho más personas que llegan después de jubilarse, muchas veces sin saber exactamente por qué están ahí. “Tengo todo, pero me siento raro/a”, “Ya no tengo apuro, pero no sé qué hacer con tanto tiempo”, o incluso, “Todo el mundo me dice que aproveche, pero yo me siento vacío/a”.

La jubilación es uno de los momentos más subestimados en la vida psíquica de una persona. Se habla mucho del “descanso merecido”, pero muy poco de los duelos invisibles que se activan cuando dejamos de ocupar ciertos lugares sociales y vitales.

Duelos múltiples, silenciosos y legítimos

Jubilarse no es simplemente dejar de trabajar: es desprenderse de una identidad construida durante décadas. Es el final de una etapa que muchas veces definía la rutina, el rol social, el sentido del día a día. Junto con eso, aparecen otros duelos: empiezan a fallecer compañerxs, hermanxs, amigxs; el cuerpo ya no responde igual; la salud empieza a requerir más atención; y se instala, aunque no se diga en voz alta, la conciencia de la finitud.

A todo esto se suma una presión silenciosa: la de “estar bien”. Socialmente se espera que la jubilación sea una etapa serena, de disfrute pleno. Pero muchas personas se encuentran con la soledad, la angustia, el replanteo de lo vivido, y la incertidumbre del porvenir.

La aparición de los nietos y el lugar del/la mayor

También surgen nuevos vínculos: hijxs que se independizan, nietxs que llegan, y con eso, la redefinición del lugar dentro de la familia. A veces, eso trae alegría; otras veces, una sensación de desplazamiento, o de ser útil solo desde el cuidado. Muchas personas sienten que su voz ya no tiene el peso de antes. La escucha se vuelve urgente: ¿qué quiere cada quien para esta etapa?

La clínica del envejecimiento: una oportunidad subjetiva

Desde una perspectiva psicoanalítica, este momento vital puede ser una oportunidad para tramitar duelos pendientes, revisar la historia, nombrar lo no dicho, resignificar los vínculos. La jubilación no es el fin de nada, sino una nueva organización del tiempo y del deseo. Pero para que eso suceda, muchas veces hace falta hablar, elaborar, y permitirse un espacio terapéutico donde no haya exigencias, solo escucha genuina.

Desde mi experiencia clínica, trabajar con personas mayores no significa trabajar con “el final”, sino con la potencia de lo que aún puede construirse, en un momento donde el tiempo se percibe distinto y la palabra adquiere otro espesor.

Hacer terapia en esta etapa puede ser un acto profundamente vital: una manera de estar más cerca de unx mismx, de reconciliarse con partes de la historia, y de sostener el deseo, aunque este tome nuevas formas.

Lic. Psic. Mariana Sánchez Lanzillotti
Atención presencial en Montevideo y online
www.psicologaclinica.uy
Contacto: 091 791 788

¿Conocés a alguien a quien le pueda servir este artículo? Compartilo. Entre todxs podemos difundir información que genera alivio y abre posibilidades.